lunes, 14 de enero de 2008

La pareja del restaurante

Esta noche he cenado solo en un restaurante. Lo bueno (y lo malo) que tiene cenar solo entre gente acompañada es que, cuando por un instante se acallan los pensamientos propios, se pega sin querer la oreja a alguna conversación. Y si uno es, de por sí, curioso y algo cotilla, pues el acople está servido.

A mi lado conversaba una pareja encantadora, deduzco que universitarios tanto él como ella, cultos y viajados, versados en lo cultural y lo artístico, en lo político y en lo histórico. Ella reclamaba, con justicia, la imprescindible formación y conocimiento para los periodistas que escriben sobre determinado tema en cualquier sección de un diario. A modo de ejemplo, exigía una titulación en historia o ciencias políticas para los responsables de analizar o informar sobre hechos determinantes del devenir de nuestra sociedad. Parece razonable ¿no?

Sin embargo creo que esta inteligente y bella joven ha caído, de buena fe, en una de las trampas del sistema: la absoluta compartimentación del conocimiento, la especialización exhaustiva que certifica la autoridad ex-catedra para una rama del saber, e inhabilita –como analfabeto funcional en muchos casos– para el resto de disciplinas.

Esa fragmentación inducida, esa dicotomía entre el saber y la ignorancia, en un mismo individuo, lejos de la rentabilidad técnica que sin duda tiene (siempre en beneficio de los mismos), lo que genera en la persona es un sentido de "pieza" del mecanismo, desposeyéndolo progresivamente de la grandeza de su ser y su aspiración a la Verdad universal: el conocimiento completo.

Hoy día, cuando alguien es polifacético y conoce o maneja diversas disciplinas del saber humano, aunque no en todas sea experto, se le suele considerar un bicho raro: "Federico es un renacentista, o un bohemio... " dicen. Y suele causar extrañeza e incluso desconfianza que alguien estudie o investigue sólo por aprender, sin un examen en ciernes, un máster o la aspiración a una beca de gestión cultural.

Volviendo a la reflexión de mi admirada joven y el conocimiento diversificado, los periodistas; tradicionalmente aprendices de todo y maestros de nada, son capaces de abordar asuntos de todo pelaje con un atrevimiento sin el que sería imposible llenar cada día las páginas de los periódicos y los minutos del telediario. Pero hoy su labor se ha simplificado en muchos casos: con la magia del ctrl. "C", ctrl. "V" pueden, de un plumazo, gestionar la información global y quedarse tan anchos. Sólo hay que saber pulir los teletipos de las agencias de noticias, que son las mismas tres para todos los diarios (de Occidente); su biblia y su fuente. Lo de las "fuentes" ya sólo se usa como licencia estilística. Aquí un ejemplo.

Y esta es la segunda reflexión que me ha sugerido la conversación robada de esta noche: ¿Cómo puede ser que gente de bien, honrada, culta, preparada, con valores... no dedique la mayor parte de su conversación y de su ejercicio mental a tratar de entender cómo es posible que vivamos en un mundo tecnológicamente tan avanzado, en el que miles de personas mueren cada día masacrados en guerras y genocidios, de hambre y pobreza, de enfermedades con cura... por hablar sólo de lo que los medios SÍ cuentan?

¿Qué más da, amigo, quién sea el puto director del Museo del Prado o del MOMA?